lunes, 13 de septiembre de 2010

Le confeso Padre



Después de tanto escuchar, me decidí a intercambiar de rol, tantos pecados que hago perdonar, tantas intermediaciones diarias, tanto mal ha pasado sobre mí, como agua debajo del puente. Es mi turno de confesar, de hablar, y diré algo, profundo.
Si es que existe, y perdona tanto como he hecho creer para sostener, ¿me escuchará en medio de esta tormenta?
Es la primera vez que hablo, y tengo miedo de arrepentirme, pero antes he de despojarme, quizás, para entenderme, y me entiendan.
Dije tormenta, porque inestabilidades han ocurrido estos últimos años, y hoy precipita mi corazón, como gotas, en medio del mar de la vida, filtrando hasta los avernos, palabra tan de usanza entre nos.
Aquello empezó cuando en el salón donde recibimos la beneficencia... (Ya que estoy en trance puro, y repito, me despojo), recibimos las dadivas de estos grandes señores, felices de colaborar, de aportar su grano a un mundo lleno de pobres donde todos tenemos un poquito de culpa pero nada podemos hacer. Con esto no digo que todos los ricachones son una bola de hipócritas sino que sí lo son un 80%.
Y quería contar cuando empezó todo, pero tantas cosas me molestaron, como cuando esa vez cayeron con bolsas, como si fueran basura, y en realidad es eso, porque siempre han acercado eso pues es lo que dan por no tirar, lo cual me parece no bien, sino mas bien perverso. – quizás si usted les da un trabajo tal vez puedan conseguir algo y no pedir, se me escapo una vez después de una cara de lastima y asco. – no quiero renegar, más vale le alcanzo un poco de ropa, y unos fideos, total ellos están acostumbrados, me dijo.
Disculpe la incontinuidad de mi relato, y aquí justo cuando comprendo a mis confesores, pero es difícil hacer aflorar todos los pecados. En el salón de beneficencia estaba yo, andando por el templo de Dios y por dentro mío el hombre que caminaba desesperado por salir debajo de este manto que recubre mis pecados, es decir, sin sotana no existiría el pecado, y me preguntaba si esto es a la inversa...Con la sonrisa arrancada de una fe postiza andaba, mostrando esperanzas a los pobres, dadivando como diría un pecador amigo...
Agustina siempre se acercaba a buscar ropa, y en aquel invierno, necesitaba de mucha para sus cinco hijos que habían nacido uno atrás del otro, como los conejos como diaria mi abuela y sin embargo me atraía poderosamente, a fin de cuentas ella era una mujer... y yo? ¿Que era en ese entonces?, ¿y ahora? Es hombre quien confiesa diré.
Algo corría por mis venas, lo sentía llegar hasta la punta de mis dedos. Nada curaba un rosario, un creo, nada.
Trate de evadirla. Me ocupaba de atender a otras gentes que estuvieran fuera de su radio de atracción, pero a la vez me volvía a ella, comenzaba por estar cinco metros de ella, luego cuatro, luego tres, luego dos, luego uno. Y por más que yo mirase al piso nuestros ojos se encontraban. Sus labios se arqueaban en esa sonrisa que hasta ahora no sale de mi mente.
Es buen recurso para un hombre que se incomoda ante una mujer salir hablando de dios y recomendar oraciones. Su inocencia me agarraba de las manos, me tomaba de los brazos y mi boca, mi boca soñaba estar junto a la suya.
Y al decir estas palabras el temblor discurre por mis dedos, pero no temblare al decir que dios me abandono. Que no estuvo para salvar el pecado. Luego terminé comprendiendo que la única existencia de dios sucede en quien confía su existencia a dar existencia a dios.
Y no existió jamás el pecado, alguien destrozó mi sotana. Y no existió más mi voto. Me jugué por alejarme del paraíso de la soledad perfecta. Me convertí en hombre. Me di cuenta que mi cuerpo servía, es más, advertí que quien peca es quien quiere cortar lo que nos une a hombres y mujeres.
Y no volví a pisar a una iglesia, no volví a ver a dios, al menos deje de confiar mi existencia a la suya.
Y de Agustina tengo los mejores recuerdos, todavía camina por mis pensamientos. Pero no quisiera padre interrumpirle mucho tiempo con mi confesión, me he olvidado con el tiempo que usted no aprecia de confesiones heterosexuales, sepa disculparme.

Luciernago Sinluz

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